De Karl Kerenyi, en referencia al concepto del mundo de la mitología gríega.
La dualidad de dioses y hombres, de dos especies que están situadas en polos contrapuestos, está tan claramente expresada en los antiguos poetas, que en ellos podemos reconocer con suma facilidad un rasgo característico básico y característico de la cosmovisión mitológic griega:
Uno es el género
de los hombres y de los dioses. Los dos obtuvimos el aliento de una misma madre. Pero nos separa toda una
fuerza
que aquí nada es, mas allí es de bronce, una estancia segura que eternamente perdura en el cielo.
(verso de Píndaro sexto canto a Nemea)
De este modo unida y separada nos muestra Pindaro la raza de los hombres y los dioses. Los hombres permanecen a un lado en tanto que nada y en el otro está el cielo, como sede inquebrantable de los dioses… el cielo que de algún modo circunda al gémero humano con su cuerpo… A través de esta particularidad del elemento circundante, el cielo coincide la otra raza, la de los dioses como delimitante del género humano. Y lo que lo circunda no constituye algo realmente concreto -acaso tangible- para el hombre, sino intangible y no obstante duro y metalífero. Aquí el metal no expresa una supuesta materialidad… sino algo que resulta paradójico, la inconcebible dureza de aquello que es intangible- de los propios dioses y de su sede.